Eficiencia

¿Qué entendemos por eficiencia? Según la RAE es la capacidad de disponer de algo para conseguir un objetivo determinado. Una definición lo bastante ambigua como para poder abarcar todas sus acepciones. Pero el concepto de eficiencia tiene unos matices que la hacen muy interesante desde el punto de vista de la sostenibilidad.

Muchos estamos acostumbrados a utilizar indistintamente los términos eficacia y eficiencia. Para entender el concepto de eficiencia conviene marcar claramente la diferencia entre ambas. La eficacia mide el nivel de consecución de unos objetivos. Algo es eficaz cuando cumple al 100% con la función para la que ha sido concebido. La eficiencia va más allá y se basa además en la utilización del mínimo de recursos para alcanzar el mismo objetivo.

 

Eficiencia Energética

Partiendo de esto podemos profundizar en un concepto del que se oye mucho hablar hoy en día: la eficiencia energética. La idea consiste básicamente en garantizar que el máximo de la energía se aproveche en el servicio para el que está destinada y no se pierda por el camino.

Tanto en física como en tecnología la eficiencia energética se expresa como la relación entre la energía útil obtenida del funcionamiento de un sistema y la energía suministrada o consumida para el proceso.

Según esta regla, no sólo es más eficiente el sistema que antes cumpla su cometido sino el que requiera menos energía para conseguirlo. A la inversa, esta idea también se cumpliría cuando se logren más objetivos con los mismos recursos. En edificación esta segunda idea nos interesa menos ya que el objetivo siempre va a ser el mismo: obtener el bienestar en el interior del edificio en todas las épocas del año.

 

Eficiencia energética en los edificios

Trasponiendo esta idea a los edificios que utilizamos y habitamos a diario podremos decir que un inmueble es eficiente energéticamente cuando requiere la mínima energía para alcanzar el máximo confort.

La eficiencia no es algo que se reduzca exclusivamente al ámbito de la energía consumida durante la vida del edificio. También podemos ser eficientes durante la construcción del mismo o, yendo más allá, durante la fabricación y transporte de los materiales que lo integran. No tendría sentido incorporar un material que reduzca el consumo energético del edificio si para su elaboración y transporte hasta el lugar de la obra gastásemos enormes cantidades de energía y liberásemos más CO2 a la atmósfera del que luego fuésemos a ahorrar.

 

¿Cómo se puede conseguir?

Al igual que el rendimiento de una máquina se puede mejorar incorporando, eliminando o sustituyendo distintos elementos para conseguir el funcionamiento óptimo, en un edificio se deberían tener en cuenta:

  • El aprovechamiento de la energía solar
  • La protección del soleamiento excesivo
  • Una buena ventilación
  • Estrategias para mejorar la sensación térmica
  • Estrategias de enfriamiento pasivo
  • Sistemas de conservación de la energía (aislamiento e inercia térmica)

De esta forma, aprovechando directamente la energía del entorno, garantizaremos que el aporte extra de energía necesaria para alcanzar el bienestar (demanda energética) sea el mínimo y, por tanto, que la eficiencia energética del inmueble sea la máxima.

Lo ideal sería diseñar los edificios desde el principio para conseguir que esta relación entre los objetivos perseguidos y los recursos consumidos sea la óptima desde el momento de su construcción hasta el final de su vida útil, pero actualmente nos encontramos ante un inmenso parque edificatorio ya construido que es tremendamente ineficiente.

La solución pasa entonces por la rehabilitación energética integral de los edificios y ciudades existentes en todas sus escalas posibles, desde la lámpara más pequeña de la casa hasta la más compleja red de equipamientos urbanos.

 

¿Por qué es necesaria?

Diversos estudios han demostrado que cerca de la mitad de la energía final consumida corresponde a los edificios. Más concretamente, y según el último informe del IDAE sobre el uso de la energía:

“En España, el 27 % de la energía consumida corresponde a los edificios del sector residencial y terciario .Este consumo se distribuye de la siguiente manera: calefacción y refrigeración (38-59 %), agua caliente sanitaria (27%), iluminación 3%, electricidad (22-7 %).”

Esto quiere decir que nuestras viviendas, que representan cerca de la cuarta parte del consumo energético global, están utilizando en torno a la mitad de la energía en acondicionar la temperatura del aire. Si se acondicionasen los hogares para aprovechar al máximo la energía de su entorno podríamos reducir este consumo en más de la mitad.