Todos sabemos en qué consiste la rehabilitación de un edificio: el principal objetivo es habilitarlo de nuevo recuperando su estado original atendiendo a criterios de estética, confort y seguridad.
Las labores de rehabilitación de un edificio se limitan en muchos casos a mejorar su aspecto exterior pero también puede ser necesario reforzar las estructuras y añadir mejoras en accesibilidad, revestimientos, impermeabilizaciones, instalaciones de agua, gas y electricidad.
Pero ¿qué es la rehabilitación energética? La rehabilitación energética pone más atención en llevar el edificio a un estado óptimo en el que antes no estaba, mejorar sus cualidades constructivas y dotarlo del máximo confort con el mínimo consumo de energía.
El principal objetivo de la rehabilitación energética es conseguir que nuestros edificios sean más eficientes energéticamente a través de una serie de medidas constructivas y de ahorro.
¿Por qué es necesaria?
Los edificios consumen un 41% de la energía total en la Unión Europea. Este elevado consumo energético responde en la mayoría de los casos a graves carencias derivadas de:
- Un mal aprovechamiento energético del entorno
- Un deficiente aislamiento de fachadas y cubiertas
- Elementos de climatización poco eficientes
- Ausencia de sistemas de iluminación de bajo consumo
- Maquinaria e instalaciones en mal estado
En particular, el sector residencial es un sector clave en el contexto energético actual debido a su creciente demanda energética. Las viviendas podrían ahorrar mucha energía si se realizasen intervenciones para mejorar su eficiencia energética. Por ejemplo, la Comisión Europea estimaba en 2005 que el sector residencial tenía un potencial de ahorro energético del 27% para el año 2020.
¿Qué beneficios tiene la rehabilitación?
Aunque pueda ser difícil asumir el coste de una rehabilitación energética, hay que tener en cuenta que los gastos se amortizarán en pocos años con un menor consumo en las facturas. Aun así, suelen ofrecerse ayudas económicas a las intervenciones que repercutan en un menor consumo. No olvidemos que cada kWh de energía ahorrado contribuye al cumplimiento de los objetivos medioambientales del protocolo de Kioto.
Este proceso dará un mayor valor al inmueble ya que en varios países se está empezando a valorar la calificación energética como un factor primordial en el control de calidad de las viviendas.
Además de su positivo efecto energético, no sólo se aumenta el confort térmico sino también el acústico, un gran problema en muchas zonas urbanas. De esta forma también se puede ayudar a obtener una protección pasiva frente a incendios.
Ecológicamente la rehabilitación ya es ventajosa en sí misma pues reutilizar siempre es mejor que producir algo nuevo. Así se reducen las emisiones de CO2 contribuyendo así a la lucha contra el cambio climático. Si en lugar de tirar los edificios ineficientes se rehabilitaran, estaríamos ahorrando el 60% del consumo de recursos.
Todo esto repercute en unos beneficios innegables para el usuario, la economía y el medio ambiente. La rehabilitación energética de cualquier edificio no sólo es posible sino que además puede llegar a ser muy beneficiosa para todos.
¿Cómo se aborda una rehabilitación energética?
No existen fórmulas exactas. Lo que intentamos conseguir es el confort en las viviendas y eso depende tanto de las condiciones del clima como de las condiciones urbanas próximas y la envolvente de cada edificio.
Lo primero es tratar de evitar el consumo: la energía más barata es la que no se consume. Si no queda más remedio, se intentará optimizar a través de una serie de estrategias tanto pasivas (en el diseño del edificio) como activas (en las instalaciones de climatización).
Una casa puede ahorrar mucha energía sólo orientándola de forma adecuada hacia el sol o dotándola de un diseño compacto, un óptimo aislamiento, el uso de vidrios de alta eficiencia térmica, una ventilación adecuada y un uso de materiales sostenibles.
¿Por qué es la opción más sostenible?
El carácter sostenible de la rehabilitación, como opción en la política urbana y de habitabilidad, ha sido teorizado frecuentemente y, en ocasiones, contrapuesto a la obra nueva. Así el catedrático Günther Moewes afirmaba ya en 1997:
“La idea de que los edificios de bajo consumo energético son respetuosos con el medio ambiente y de que, a través de la construcción de más edificios de este tipo, cumpliremos las promesas hechas en la Cumbre de Río de reducir las emisiones de CO2 para el 2005 en un 25% de las existentes en 1990 es, naturalmente, una estupidez. Un nuevo edificio nunca ahorra energía, sino que genera nuevas necesidades energéticas, y la calificación de nuevo suelo para urbanizar es fundamentalmente antiecológica.”
Explicaba también que básicamente, sólo existen 3 procesos que pueden conducir razonablemente a reducir las necesidades energéticas o la carga sobre el medio ambiente:
- La rehabilitación de edificios existentes, antes que construir obra nueva debemos mejorar el patrimonio existente.
- La sustitución de antiguos edificios ecológicamente despilfarradores por nuevas formas de bajo consumo, rehabilitando prioritariamente las viviendas peor acondicionadas.
- El cierre de intersticios entre edificios, mejorar su aislamiento para reducir su consumo energético.
La aplicación de mecanismos de aislamiento, estrategias de aprovechamiento solar, medidas que aprovechen las energías renovables (energía solar térmica o calderas de biomasa) o materiales de construcción de rápida renovación son sólo algunas de las mejoras que podemos aplicar en nuestros edificios para conseguir un nuevo modelo de ciudad sostenible.
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